×

Pasos para comunicarte

1 Asistente Secretaría Provincial: 601 223 72 76 ext 301.
2 Pastoral Vocacional Provincia la Candelaria: +573138511615.
3 Correo: info@agustinosrecoletos.com.co

Tendremos el gusto de atenderte. Gracias por comunicarte con nosotros!

Horario de oficinas

Lun-Vie 8:00AM - 4:30PM
Sáb - 8:00AM-4:30PM
Los Domingos no hay atención!

Este portal web de la Provincia de Nuestra Señora de la Candelaria, contiene las homilías pronunciadas por religiosos de nuestra Orden en las Eucaristías dominicales y en las correspondientes a solemnidades. Este materia te servirá para profundizar en la reflexión y meditación de la palabra de Dios. 

La homilía es una forma privilegiada del ministerio profético y de la obra evangelizadora de la Iglesia (Cf DV 24). Dos son los elementos o características que distinguen y privilegian el género literario “homilía” entre las demás formas de predicación o comunicación del mensaje evangélico: a) Que es parte integrante de la liturgia, es decir, de un acto cultual oficial de la Iglesia, y b) que la homilía supone el “kerigma” y exige la “catequesis”, pero no que no se identifica con ninguna de ellas. Es una predicación “sui generis”. Conviene precisar lo dicho.

    24 de marzo de 2024

    DOMINGO DE RAMOS EN LA PASIÓN DEL SEÑOR

    - Ciclo B -

    Hemos escuchado el relato de la pasión según el evangelista san Marcos. La escucha del relato es ya un modo de venerar y agradecer al Señor su amor por nosotros. Es imposible hacer en una homilía una reflexión que haga justicia a una narración tan extensa. Me fijo por eso en la segunda lectura de la misa de hoy.

    Se trata de una evocación del itinerario del Hijo de Dios que de la excelsitud de su condición divina se abajó hasta las profundidades de la condición humana, hasta la misma muerte, pero luego fue exaltado por el poder de Dios hasta la majestad de divina, para que todos reconozcamos en él al Señor y Dios de nuestras vidas. Muchos intérpretes de la Escritura piensan que el texto era un himno a Cristo usado ya en la liturgia de los primeros decenios del cristianismo y que san Pablo incorporó a la carta a los filipenses para ponernos a Cristo como modelo de humildad y obediencia.

    Las expresiones del himno son vehementes. Cristo, siendo Dios, no consideró que debía aferrarse a las prerrogativas de su condición divina. Mientras entre los humanos es muy común aferrarse a cargos y dignidades, al poder y a los honores, Cristo se desprendió libremente de la gloria y la honra que le correspondía como Hijo de Dios. Ahí nos dio ejemplo de humildad. El que era Dios se hizo creatura, se hizo hombre. Y en su condición humana bajó hasta las profundidades de la humillación más abyecta: se anonadó a sí mismo, tomando la condición de siervo, y se hizo semejante a los hombres. “Anonadarse” significa “hacerse nada”, “rebajarse”. No solo se hizo creatura, se hizo siervo, que es la persona sujeta a la obediencia. En este caso el Hijo de Dios, siendo igual a Dios, se hizo obediente a Dios en la condición humana. Así, hecho uno de ellos, se humilló a sí mismo, y por obediencia aceptó incluso la muerte, y una muerte de cruz. La muerte es el gran enigma de la existencia humana; la muerte socava el sentido de la vida. La muerte en cruz era una de las formas más humillantes, degradantes y atroces con la que los romanos condenaban a muerte a los extranjeros. El cuerpo desnudo del crucificado era clavado o colgado hasta la asfixia. A Jesús, al parecer le clavaron los pies. Ese clavo era el único apoyo para levantarse y respirar. Su muerte vino pronto; apenas unas horas de agonía por el maltrato que ya llevaba acumulado. Descendió a los infiernos dice el Credo para significar que su muerte no fue aparente, sino real. Y esto fue un acto de obediencia a Dios en el sentido de que vino para una misión; la misión implicó esa muerte y él la aceptó. Bajó hasta las profundidades de la muerte humana y desde allí resurgió a la vida.

    Por eso Dios lo exaltó sobre todas las cosas. Al resucitarlo, Dios no devolvió a Cristo a la vida mortal, sino a la vida divina, a la gloria que tenía antes de que hubiera nacido de la Virgen María. La condición divina a la que no se aferró cuando se hizo hombre la recuperó cuando Dios lo exaltó. Dios le otorgó el nombre que está sobre todo otro nombre. Es decir, la humanidad de Jesús alcanzó la dignidad divina en gloria y majestad.

    A Jesús lo llamamos Señor, el título que en la Biblia sustituye el nombre impronunciable de Dios. Para que, al nombre de Jesús, todos doblen la rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos. Para que todos reconozcamos que en él está nuestra salvación, que él es nuestra esperanza, que él es el rostro visible del Dios invisible, Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre. Así como Cristo compartió nuestra muerte, quienes creemos en él podemos también compartir su victoria sobre la muerte y alcanzar con él y en él y por él la gloria y la vida a la que no tiene término ni fin. Ese es el misterio pascual que celebramos; esa es la salvación que deseamos compartir; esa es la promesa que Dios hace a quienes creemos en Jesucristo, por el don del Espíritu y para gloria de Dios.  Amén.

    + Mario Alberto Molina, O.A.R.
    Arzobispo de Los Altos, Quetzaltenango–Totonicapán

    SUBIR