que han sido protagonistas de primera, segunda, tercera línea, de acuerdo a la clasificación que se puede hacer teniendo presente la vinculación directa a la acción pastoral. Es posible que algunas personas conozcan la acción pastoral desde antes de ser parroquia, es decir, antes de 1969; otras prácticamente han recorrido los cincuenta años; otras más habrán recorrido varias décadas; y otras apenas estarán en sus primeros años de acercamiento. En este panorama se encuentra la razón de la complejidad, porque para unos es recordar, para otros es conocer, pero para todos debe ser un momento de acción de gracias a Dios porque ha estado grande con nosotros y estamos alegres.
En la segunda mitad del siglo pasado, a la par con la realización del Concilio Vaticano II (1962-1965) y la revolución social de los años sesenta, la comunidad de los agustinos recoletos vivió una particular experiencia de expansión institucional con la creación de dos provincias religiosas, hoy ya cerradas en su proceso histórico, por un lado, y de zarandeos comunitarios muy particulares porque varios religiosos abandonaron la comunidad y el número de vocaciones a la vida sacerdotal y religiosa comenzó a disminuir dando origen a una cierta crisis, por otro lado.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]

A pesar de esta circunstancia la comunidad en Colombia, vivió una experiencia de expansión que fue particularmente notoria en esa década, abriendo casas y ministerios en Cartagena, Bucaramanga, Cúcuta, Bogotá, Medellín, Palmira y algunos pueblos de Casanare. En esta dinámica, Manizales no fue la excepción porque en esos años se tuvo la construcción del actual edificio del Seminario San Agustín en La Linda, el ya desparecido Colegio Agustiniano de Manizales que funcionó en el antiguo convento, que fue demolido para dar paso al actual edificio del Centro Comercial Manizales, y la creación de la parroquia del Sagrado Corazón de Jesús, erigida el 8 de septiembre de 1969.
La erección, o si se quiere la creación de esta parroquia, determinada por monseñor Arturo Duque Villegas y los superiores mayores de la comunidad en ese momento, se dio después de 67 años de la presencia evangelizadora de los agustinos recoletos en Manizales, ya que el 18 de marzo de 1901 la comunidad había llegado a esta ciudad. Por curiosidad recordemos los nombres de los tres religiosos que conformaron la primera comunidad recoleta en esta ciudad: Manuel Fernández, Samuel Ballesteros y Justo Ecay; en honor a estos tres religiosos se levantó el monumento que ahora embellece un costado del templo de los agustinos.

Entre 1901 y 1969 los agustinos recoletos centraron sus esfuerzos evangelizadores en diversas acciones pastorales que implicaban a todos los religiosos residentes en esta comunidad en predicaciones populares, propagación de devociones piadosas, incluyendo la del Sagrado Corazón, creación de grupos musicales, apostolado cultural y comunicativo, mantenimiento del almacén litúrgico y la imprenta, fabricación de cerillas y hasta la organización de campeonatos de fútbol. Mientras tanto se iba adelante con la construcción del convento, la capilla y el templo de los agustinos, que hoy se recuerdan gracias a las viejas fotografías que reposan en varios archivos de la ciudad.

Al poco tiempo de haberse creado la parroquia, septiembre 8 de 1969, se dio la demolición del antiguo convento que durante algunos años albergó el Colegio Agustiniano de Manizales, y la construcción de la actual edificación donde se encuentran unos locales comerciales y unos apartamentos. La decisión de la demolición y la actual construcción se debió a un proyecto de reforma urbanística que la administración manizaleña puso en marcha porque en 1972 se dio inicio a la construcción de la Avenida del Centro. En el proyecto original el nuevo edificio tendría: casa de la comunidad, dependencias parroquiales, locales comerciales, y apartamentos. Esta obra contó con la dirección del padre Luis Belascoaín, la interventoría del padre Ángel Sagardoy, ecónomo provincial en aquel entonces, y la mano de obra puesta por la constructora Alberto Peláez R. Ltda. Como suele suceder en varias obras, durante el proceso constructivo se hicieron algunos ajustes que originaron cambios profundos, pero ninguno de ellos estructural. Este giro histórico comenzó en 1973; las obras se iniciaron en agosto de 1974 y se concluyeron en abril de 1977.
Como el edificio construido no llenó del todo las expectativas por diferentes circunstancias, unas técnicas y otras prácticas, se han hecho algunas remodelaciones en diferentes sectores, para llenar las expectativas y en orden a una mayor funcionalidad, hasta se pensó en venderlo para resaltar visualmente la belleza del templo, pero nada de nada.
Entrando ya a la historia de la parroquia, conviene saber que el templo de los agustinos tiene dos momentos históricos importantes. El primero se ubica entre 1914 y 1955; el segundo se ubica a partir de 1955.
Con relación al primer momento, el 21 de junio de 1914 se colocó la primera piedra del templo[1] que se pensaba construir en honor al Sagrado Corazón de Jesús. Recordemos que años antes, el 22 de junio de 1902, se había oficializado la consagración del país al Sagrado Corazón y que en Bogotá se estaban haciendo trámites para la construcción del templo del Voto Nacional. En aquel entonces, el superior local era el padre Pablo Planillo. En la ceremonia se celebró la santa misa que fue cantada por un coro que era dirigido por el padre Luis Ayábar, siendo presidida por el padre Ramón Buitrago, quien a la sazón era el Vicario General de la diócesis de Manizales[2]; el padre Víctor Labiano pronunció un discurso donde exponía los motivos que animaban el propósito de la obra que se iba a emprender. El proyecto original del doctor Jorge Price se vio reducido en gran escala por diferentes razones.

Las obras comenzaron, pero al poco tiempo se suspendieron para hacer un buen acopio de madera que se necesitaba; en noviembre de 1915 se reanudaron, terminándose en octubre de 1916, cuando de nuevo se volvieron a suspender debido al proyecto que había de forrarlo exteriormente en lámina metálica, pero como los costos eran muy altos se tomó la determinación de hacer las cosas más sencillas y por el momento se suspendieron. Con el panorama un poco más claro se iniciaron de nuevo las obras en octubre de 1918, bajo la dirección del maestro Clímaco Agudelo y siguieron de forma ininterrumpida hasta el 11 de febrero de 1923, fecha en que el templo fue bendecido en una ceremonia presidida por monseñor Tiberio Salazar y Herrera, obispo de Manizales entre 1922 y 1932, cuando fue trasladado a Medellín. Las festividades comenzaron el 10 y terminaron el 13 de febrero. Al frente de las obras, estuvieron, principalmente los padres Luis Ayábar por cuatro años, y Ubaldo Ballesteros por año y medio. Mención especial merece el hermano Agustín Gómez, quien se dedicó con entusiasmo a recolectar limosnas y hacer rifas para conseguir fondos.

En 1927 se continuaron los trabajos de construcción, en esta ocasión el deseo era terminar la torre y el frontis. Hubo un cambio, ya no sería en madera sino en cemento y ladrillo; esto trajo malestares, y por ello se suspendió la obra, que fue continuada en octubre de 1928, pero se volvió a suspender en abril de 1929, cuando algunos propusieron que se destruyera lo que había sido construido en cemento y ladrillo. Entre pleitos y disgustos de propios y extraños, los trabajos se suspendieron durante algún tiempo, posteriormente se continuaron hasta que se concluyeron, a mediados de la década de los años treinta del siglo XX, de una forma silenciosa y casi sin hacer ruido. Posteriormente se le fueron haciendo diferentes arreglos, unos en orden al mantenimiento, y otros para embellecerlo y ponerlo a la altura de las exigencias pastorales de aquel entonces; casos concretos fueron: la construcción de diferentes capillas, el cambio de vitrales, los arreglos en el presbiterio, la adecuación de la cripta, entre otros, de tal manera que para 1950 estaba prácticamente terminado.
Con el paso de los años, y debido a los materiales utilizados en la construcción del primer templo, fue preciso pensar en la posibilidad de construir uno nuevo. En junio de 1955, y después de un breve incendio causado por un rayo, se envió un documento al Consejo Provincial pidiendo autorización para la construcción del actual templo; ésta fue concedida, y en julio de 1956 comenzaron las obras bajo la dirección del padre Julián Ongay (1904-1979). Hacia 1959 ya se había acabado la obra negra ante la admiración de propios y extraños. Para 1972 la obra ya estaba concluida. Se construyó un nuevo templo desmontando poco a poco el anterior, dándole el mismo estilo, y mejorando su calidad en materiales y decoración. Los fondos necesarios para esta obra se recogieron a través de una intensa campaña pastoral, en la cual las rifas, los festivales, las limosnas, las proyecciones cinematográficas, y la cooperación activa de muchas personas, eran motivadas por los religiosos de la comunidad.
Cuando este segundo templó no se había aún concluido vino la creación de la parroquia del Sagrado Corazón que tendría como sede el templo de los agustinos. Después de los trámites necesarios, monseñor Arturo Duque Villegas firmó el Decreto 197 de septiembre 8 de 1969 mediante el cual se creaba la parroquia; pocos días después, el 14 de septiembre se firmó el contrato correspondiente entre monseñor Arturo Duque y el padre Jesús Muruzábal, superior provincial en aquel entonces.
Con esto se inició una nueva etapa en la historia de los agustinos recoletos en Manizales, dadas las implicaciones propias de la vida parroquial, en la cual, por lo que hace referencia a esta ciudad “la buena voluntad y la experiencia de los religiosos a quienes les tocó afrontar estos comienzos, fundamentaron debidamente la marcha parroquial, lógicamente con los problemas y las limitaciones normales que existen dentro de una comunidad”.

El primer párroco fue el padre Enrique Buriticá (1969–1970; + 2015). Después del padre Enrique Buriticá, han sido párrocos los padres: Julián Ongay (1971-1973; + 1979), Luis Belascoaín (1973-1975; + 1997), Samuel Giraldo (1976-1979; +1994), Jaime Rueda (1979-1981), Eugenio López (1982-1985; 2015), Rafael Castro (1986-1989), Alberto Piedrahita (1990-1993; +2019), Ómar Cárdenas (1994-1997), José Beltrán (1998-2001), Alejandro Castaño (2002-2005), Enrique Arenas (2006-2007), Juan Tinjacá (2008-2009), Alexánder Martínez (2010-2013), José Uriel Patiño (2014-2018) y César Augusto Patiño (2019). Dieciséis párrocos en cincuenta años; de los cuales seis ya duermen el sueño de la paz. En la reforma de los salones parroquiales que se hizo en 2016 se les rindió un sencillo homenaje a algunos de estos sacerdotes nombrando algunos salones con sus apellidos.

Estos padres han estado acompañados en el trabajo pastoral por un crecido número de sacerdotes agustinos recoletos que han fungido de vicarios parroquiales (anteriormente llamados vicarios cooperadores); generalmente han sido dos vicarios parroquiales y en ocasiones hasta tres. Mencionemos algunos de ellos: Darío Madrid, Campo Elías Fonseca, Pastor González, Ramón Franco, Gaspar Soret, Eladio Armendáriz, Enrique Buriticá, Zacarías Alcate, Danilo Giraldo, Julián Ongay, Eugenio Guilzu, Eugenio López, Daniel Salas, Ángel Sagardoy, Olimpo Aristizábal, Emilio Vanegas, Ahmed Córdoba, Juan Ballesteros, José Oliveros, Darío Puerta, Octavio Moreno, Norberto Cabrera, Julio Sánchez, Enrique Arenas, Rafael Castro, Óscar Cardona y Fernando Ocampo. De esta lista hemos dejado de lado a algunos religiosos hermanos que han hecho presencia en la parroquia como el caso de Joaquín Mugueta, Rufino González, Ciro González, José Beltrán, Jaime Mouthon y Héctor Murillo. A estos nombres conviene añadir que durante algunos años tuvieron una experiencia pastoral algunos seminaristas ya profesos.
En el camino parroquial de cincuenta años, los religiosos que han sido presentados y nombrados como párrocos y vicarios parroquiales han dado respuesta, en diversos niveles, a las exigencias pastorales del momento, en particular a las exigencias pastorales de la arquidiócesis con sus respectivos planes de pastoral, los cuales se han implementado en la parroquia, a partir de su fundación en 1969, y las exigencias pastorales de la comunidad expresadas en las decisiones (anteriormente llamadas ordenaciones) de los capítulos generales y provinciales habidos durante este medio siglo. Debido a esta situación se han presentado acciones pastorales que se han prolongado en el tiempo, más allá de la presencia de un párroco, otras se acaban junto con el periodo de presencia de un párroco.
Esto ha generado un panorama pastoral muy particular que en ocasiones no se logra entender bien y produce críticas, comentarios y comparaciones que tienen una determinada temporalidad y una relativa validez. A esto se le suma la transformación global del entorno del templo y de la geografía antropológica y social del territorio parroquial, por los procesos propios de la dinámica de toda ciudad.
Además de lo anterior, varios párrocos han tenido que sortear las situaciones económicas de la parroquia y los problemas edilicios del templo y las instalaciones parroquiales, ya que se tiene una idea general que la parroquia no necesita recursos económicos porque es propietaria y administradora del Centro Comercial Manizales, lo cual en este momento, por decisiones administrativas de la comunidad, no es cierto.
 
José Uriel Patiño Franco.
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[1] Esta piedra la fijó el maestro Pedro Posada y la regaló don Elías Arango. La autorización para la construcción del templo fue otorgada por el padre provincial, Manuel Fernández, el 6 de marzo de 1909; el padre Manuel había hecho parte de la primera comunidad local.
[2] Manizales fue erigida como diócesis el 11 de abril de 1900 y elevada a la sede metropolitana el 10 de mayo de 1954.