
El domingo 20 de Julio, con motivo del segundo aniversario de fallecimiento de fray Corpus López de Ciordia, OAR, se inauguró en el Parque Cincuentenario de Almirante, Bocas del Toro, Panamá, una placa conmemorativa, que reconoce el incansable trabajo de este religioso y misionero agustino recoleto a favor de la comunidad de Bocas del Toro, Panamá. Este monumento es un reconocimiento a su admirable trabajo: 71 carreteras, 36 iglesias, 28 escuelas, puentes, canales, campos de juego, 3 pueblos y numerosas viviendas. Todo esto construido desde el amor, la entrega y el anuncio del Evangelio.
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El padre Corpus López de Ciordia, de origen vasco, pero panameño por elección, se hace llamar así mismo como un “atrevido”: atrevido por luchar, correr riesgos y liderar complejos proyectos de construcción para que diversas comunidades de la provincia de Bocas del Toro cuenten hoy con sus necesidades satisfechas.
“¡Yo soy atrevido! Es que si te hablo que era constructor te voy a aburrir (…) Soy un atrevido porque me metía en líos, y esto era por la comunidad”, responde este fraile agustino recoleto que se estableció en Panamá en 1958, y quien desde que era niño sabía que el sacerdocio era lo suyo. “Lo supe desde los seis años, quizás antes”, afirma.
Desde que tiene uso de razón ha sentido entusiasmo por la vocación misionera.
A los 25 años dejó su ciudad natal al ser enviado a Villanova University, Estados Unidos (EU), para graduarse como educador.
No fue sino hasta 1974 cuando pudo adoptar el rol al cual se sintió llamado desde siempre: el papel de misionero, el cual ejerció en la provincia de Bocas del Toro hasta 2015.
Allá se dedicó a trabajar por y con la comunidad, y a brindarle a sus miembros los conocimientos necesarios y desarrollar en ellos sus habilidades de construcción hasta empoderarlos.
“Les enseñaba a hacer bloques y a hacer edificios, porque nunca llevaba un albañil de afuera. Yo buscaba la gente de ahí [para hacer los trabajos de construcción] porque tienen que hacerlo ellos mismos y no depender de nadie”, afirma el sacerdote, quien tiene 85 años y goza de una lucidez y memoria envidiables.
En Bocas del Toro hizo su labor de misionero en diversos sectores como Almirante, Kankintú y Changuinola, entre otros.
Al contar sobre las obras construidas para el padre López es importante darle promoción a los proyectos levantados por los lugareños. “¡Muchos de los edificios construidos en Kankintú, por ejemplo, son arquitectónicamente perfectos! Se han formado generaciones de constructores allá, y todo se ha hecho con constructores del pueblo”, dice.
En total, a lo largo del periodo comprendido entre 1974 y 2015, el padre cobró un rol preponderante en la creación de más de 71 carreteras, más de 30 caminos abiertos, cerca de 36 iglesias y capillas, unas 28 escuelas y salones escolares, y la construcción de diversos puentes y canales, gimnasios y campos de juegos, así como 3 pueblos y un número amplio de viviendas, narra Nora de de Bertello, quien visita al sacerdote con frecuencia, mientras hace una revisión de un relato escrito que está haciendo el padre López sobre todos los trabajos que ha hecho por orden geográfico. “Desde la frontera de Guabito hasta la frontera con Costa Rica”, anota el fraile.
Cuando el padre López habla de Bocas del Toro, lo hace en tiempo presente, ya que pese a que desde el año pasado presenta quebrantos de salud, continúa trabajando por la provincia, pero desde la capital, en el Colegio San Agustín, donde reside.
El misionero, quien fue distinguido con la Orden Manuel Amador Guerrero, en grado de Comendador, señala que aún faltan más proyectos en la provincia. “Tengo una carretera planeada y estudiada con mapa y todo, que va desde Kankintú hasta el río Calovébora; tengo un mapa hecho. Lo tengo dividido en seis pedazos para que ahora que viene la descentralización cada representante coja su mapa y con la gente de allá la puedan hacer, así como yo hice un canal y otras carreteras a pico y pala, y que luego el Ministerio de Obras Públicas la asfalte”.
Aunque el padre Corpus está ahora en la ciudad capital por su condición de salud, “su mente la tiene allá y su corazón también”, afirma el padre Miguel Ángel Ciaurriz, vicario de la orden de los agustinos recoletos en América Central, quien calcula que su obra se ve representada en más de 200 kilómetros de caminos y carreteras en Bocas del Toro.
“Yo digo que el padre Corpus es un ingeniero metido a cura, no un cura que hace de ingeniero, sino un ingeniero metido a cura”, relata.
Monseñor José Agustín Ganuza, obispo emérito de Bocas del Toro, comenta que “el padre Corpus no es ningún ingeniero, arquitecto ni constructor. Es un sacerdote-misionero, cuya misión ha sido predicar el evangelio de vida, construyendo aquellas estructuras que beneficien en lo espiritual y en lo material”.